Palabras Malas
Por: Juan Hernández
¿Qué es una palabra mala?
Las palabras malas son expresiones social y espiritualmente desaprobadas o rechazadas, ya que tienen la intensión de ofender o lastimar a alguien. Es común referirse a las palabras malas como aquellas que llevan la intensión de insultar, maldecir, apodar, burlarse, injuriar o menospreciar. Popularmente a estas palabras se les conoce como groserías, improperios, leperadas, vulgaridades, palabras malsonantes, palabras soeces, albures, etc.
No obstante que van contra el respeto y la dignidad humana, hay personas que no las consideran malas, e incluso consideran que le da otro matiz a su conversación y las usan para dar un “tono coloquial” a su plática, aunque ésta tengan una carga ofensiva, denigrante y agresiva. También hay quienes consideran que son parte de la “cultura” de un pueblo. Sin embargo reflexionemos sobre lo siguiente:
¿Qué define a las palabras? ¿qué las hace buenas o malas si ellas carecen de esa capacidad en sí mismas? ¿Qué es bueno y que es malo?
Considerando esta última pregunta podemos decir de la manera más sencilla que: Bueno es lo que beneficia y malo es todo aquello que causa daño, aunque estas definiciones tienen su acotación en el grado de madurez, sabiduría y conciencia con que se practican. Es decir, lo que para mí y para ti es malo otros lo consideran “bueno” porque les da un aparente beneficio, aunque este beneficio afecte a los demás o incluso posteriormente afecte a la misma persona que lo cree “bueno”.
Hay muchas palabras cuyo significado no es malo en sí mismo, como por ejemplo la palabra madre, sin embargo cuando las personas quieren ofender, lastimar, herir, o denigrar, entonces le agregan adjetivos o calificativos que hacen que la palabra sea agrupada dentro de una expresión ofensiva. Las palabras samaritano o judío no son malas en sí mismas, pero pueden tener una carga ofensiva según la intensión del que las expresa. La intensión está en el corazón del hombre. El Señor Jesucristo dijo: El hombre bueno del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo del mal tesoro del corazón saca malas cosas. (Mt 12:35).
¿Quiénes usan las malas palabras y porque?
Es muy recurrente que una persona use palabras malas sobre alguien que quiere ganar notoriedad, mostrar una expresión dura, mostrarse muy gracioso, o que busca vanagloria. Si hablamos de nuestro entorno cotidiano, el uso de palabras malas abarca principalmente la convivencia entre amigos, entre compañeros de trabajo, entre relaciones de parejas o familiares, en resumen, las palabras malas están presentes en todos los estratos o niveles sociales de la humanidad.
Usar malas palabras refleja pobreza de recursos para la comunicación, refleja pobreza moral y pobreza espiritual, refleja un deficiente estándar de valores para poder expresarse bien con el prójimo, para amarlo, para respetarlo, para reconocer su semejanza con los demás y para reconocer su dignidad. Los niños, los jóvenes, y aun los adultos de este tiempo son atraídos por algunos programas de “entretenimiento” de los medios de comunicación en donde escuchan chistes y canciones groseras con un contenido muy alto de palabras obscenas. Somos atraídos a imitar muchos modismos, expresiones, gestos, y señales insultantes o burlonas, que tienen una carga ofensiva y que además, se usan con una doble moral (las personas las usan entre “amigos”, y algunas son restringidas para la familia).
Decir malas palabras ¿Es pecado? ¿Qué tipo de pecado es?
Todos los hombres y mujeres de fe que creemos en el Evangelio de Cristo, sabemos que el pecado es la trasgresión de la ley (I Juan 3:4). El pecado es faltar o no cumplir con uno o varios mandamientos. La Ley de Dios (los diez mandamientos) ha sido resumida y mostrada en dos grandes mandamientos; “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Mateo 22:37-39). Si leemos los Diez Mandamientos (Éxodo 20:1-17), encontraremos que los primeros cuatro mandamientos conciernen a la adoración y al amor hacia Dios. Los seis últimos mandamientos están dirigidos al amor al prójimo. Por lo tanto, todo lo que haga contra Dios o contra el prójimo es pecado. Ofender al prójimo es un pecado que se ubica en el mismo nivel de matar, adulterar, robar, hablar en contra del prójimo, etc.
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Si alguien insulta a su prójimo, no lo ama y no respeta su dignidad.
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Si alguien lo maldice, le desea el mal y no el bien,
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Si alguien le dice un apodo y se burla por su condición física, social laboral, etc., lo denigra, lo ofende, lo ridiculiza de manera malintencionada.
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Si alguien lo injuria, miente contra el prójimo. - Si alguien lo odia y lo aborrece, es homicida (I Juan 3:15).
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Si alguien le dice necio o fatuo (falto de conocimiento) a su hermano (prójimo), lo ofende y lo agrede, y por tanto será culpable en el juicio de Dios (Mateo 5:21-22).
Proferir palabras malas hacia una persona es ofender su dignidad (lo que es ella, lo que Dios le dio, es ofender la creación de Dios), es tomar a burla a las personas, es hacer burla de lo que Dios nos ha dado a cada uno en particular. Por lo tanto hay que cuidar nuestras palabras para que mantengan su expresividad, su virtud, su sano significado y su uso bueno, para que no se desvirtúen, para que no pierdan su emotividad y para mantener en la comunicación la esencia transmisora de virtudes y sabiduría.
Los seres humanos adquirimos inteligencia, virtudes, conciencia, y madurez a través de la palabras, por ello éstas deben permanecer limpias en toda intensión. Por tal motivo apeguémonos al mandamiento de Nuestro Señor Jesucristo: “Sea vuestro hablar: Sí, sí o No, no, porque lo que es más de esto de mal procede.” (Mateo 5:37).
¿Dónde queda entonces la caridad, la paciencia, la tolerancia, la benignidad, la bondad, la humildad, la mansedumbre, la templanza, la misericordia, el conocimiento de la verdad, la fe , etc. (Gal 522-23; Efe 4:32), que son virtudes que revelan en el carácter de un hijo de Dios, y de un discípulo de Cristo?.
Algo que se debe tener muy presente es que no sólo las groserías son malas palabras, sino también las mentiras, el falso testimonio, las calumnias, las críticas, las murmuraciones, las hipocresías, la adulación, la vanagloria, las indiscreciones, las ironías, las blasfemias, etc. Todas estas expresiones aunque no tuvieran en su contexto palabras groseras o vulgares, causan un daño tanto al prójimo contra quien se expresan como contra la persona que las habla, ya que reflejan el deterioro de su integridad moral y espiritual.
Por tanto hay que cuidar las palabras para que mantengan su expresividad, su virtud, su sano significado y su buen uso, para que no se desvirtúen, para que no pierdan su emotividad, para mantener en la comunicación su esencia transmisora de virtudes y sabiduría.
Poco tiempo después de que Dios creó al hombre y éste se multiplicó, vio Dios que la malicia de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal (Gen 6:5). El hombre se alejó de la santidad y creció en maldad. Su corazón se corrompió, y se contaminó y por ello ahora lo que sale de su corazón y habla su boca no es un lenguaje limpio. El Señor Jesucristo dijo: Mas lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre porque del corazón salen los malos pensamientos, muertes, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre…(Mt. 15:19-20)
¿Cómo puede alguien tener un corazón limpio y por tanto un lenguaje limpio o sano?
Dios envió a su hijo Jesucristo a restaurar y a rescatar lo que se había perdido y a restituir en el hombre el amor, la verdad, la fidelidad, la justicia, la lealtad, la honradez, la paz, la misericordia, etc. Vino a poner estos grandes valores nuevamente en el corazón de los hombres a través de su evangelio. Vino a mostrarnos el camino de la paz y el camino de la vida verdadera, vino a limpiarnos y a renovar el espíritu de nuestra mente en justicia y santidad de la verdad (Efe: 4:24). Vino a restablecer el vínculo que se había perdido entre Dios y los hombres.
Jesús nos limpia a través de creer y obedecer a su evangelio.
Para todo niño, joven y aun los adultos, estos son tiempos peligrosos, llenos de antivalores y de palabras malas, por el ambiente en el que crecen, en que conviven y el mundo que los rodea. En la palabra de Dios se nos dan muchas recomendaciones para que mantengamos limpios nuestros labios y lo que hablemos sea para edificación de los oyentes. Se nos dice que ninguna palabra mala salga de nuestra boca sino la que sea buena para la necesaria edificación; a fin de dar gracia a los oyentes (Efesios 4:29). Leer las siguientes citas bíblicas: Tito 2:6-8; Tito 2:1; II Timoteo 2:15-16; Mateo 12:35.
Por último podemos resumir que las palabras malas son aquellas que tienen una mala intensión y son ofensivas hacia Dios y hacia el prójimo. Hablar malas palabras es un pecado que está al mismo nivel de matar, robar, adulterar, etc., son un reflejo de la falta de amor al prójimo y por tanto transgreden la Ley de Dios. El ser humano no fue creado para afectar a su prójimo o su propia persona, sino fue creado para que en sus relaciones humanas con los demás procurara el amor y las buenas obras.
Debemos dar un buen uso a la palabra ya que las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres (1Cor 15:33).
A usted, ¿Con que personas le gusta estar cerca, con las que le dicen palabras ofensivas o con los que le hablan con un lenguaje sano, edificante y de buen trato?