Preguntará Por Ti
Hace más de tres mil años, Dios presentó estatutos a Su pueblo elegido; había leyes religiosas, pero también sociales, morales, dietéticas y de higiene. En los capítulos 13 y 14 del libro Levítico se expresa la ley sobre la lepra. Ahí se especifica claramente cómo se diagnosticaba, trataba, curaba y prevenía esta enfermedad. Nos enfocaremos en dos aspectos de esta ley:
- El Hombre o Mujer que era diagnosticado con esta enfermedad tenía que vestir con ropa deshecha, cabeza descubierta, con el rostro cubierto y pregonando todo el tiempo: "Inmundo, inmundo". Además, debía vivir alejado del pueblo y en soledad.
- Si algún enfermo de lepra sanaba, debía presentarse al Sacerdote para que él verificara y se iniciara un proceso de purificación. De esta manera podía ser declarado como "Limpio".
Vemos que el hombre o mujer que padecía de la enfermedad de lepra, sufría no sólo la falta de salud, sino también vergüenza; era alejado de toda su familia, de su trabajo y del servicio de adoración a Dios. En pocas palabras perdía completamente su vida.
Con esto en mente, leamos Lucas 17:11-19.
"Y aconteció que yendo él a Jerusalén, pasaba por medio de Samaria y de Galilea. Y entrando en una aldea, viniéronle al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos, y alzaron la voz, diciendo: Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros. Y como él los vio, les dijo: Id, mostraos los sacerdotes. Y aconteció, que yendo ellos, fueron limpios. Entonces uno de ellos, como se vio que estaba limpio, volvió, glorificando a Dios a gran voz; y derribóse sobre el rostro a sus pies, dándole gracias: y éste era Samaritano. Y respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpios? ¿Y los nueve dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y díjole: Levántate, vete; tu fe te ha salvado".
En esta lectura, diez leprosos reconocen en Jesús la oportunidad de ser sanos, pues sabían de los milagros que Él realizaba en el nombre de Dios. Lo curioso es que Jesús no los sanó en el momento, les pide que se mostraran a los Sacerdotes, justo como la ley levítica indicaba que debía hacerse cuando alguien era sanado de lepra. Es evidente que los diez leprosos mostraron fe en Jesús, pues de otra manera no hubieran ido a mostrarse al Sacerdote. Nuestra lectura indica que iban de camino cuando fueron sanos. Sin embrago, Jesús se sorprende cuando sólo uno de ellos vuelve para agradecer y resalta que su fe le había hecho salvo.
Analicemos un poco lo sucedido: Un enfermo de lepra en el pueblo de Israel era un segregado social, alejado de su trabajo, actividades religiosas y de su familia; sin duda una vida triste y bastante complicada. No imagino la alegría de estos leprosos cuando se vieron sanados, seguramente pensaron en volver a abrazar a sus hijos o esposa, en volver a su trabajo y realizar aquello que les apasionaba, o simplemente en volver a ser parte de la vida social de su país o pueblo; esto ya era seguro, pues habían sido sanados, sólo necesitaban cumplir con la ley levítica y presentar su ofrenda para ser declarados "limpios". Sin embargo, hubo uno de ellos que en lo único que pensó fue en volver y glorificar a Dios, se presentó delante de Jesús y dando gracias se postró a sus pies.
La reflexión en las palabras de Jesús, resaltando la fe de este hombre, es la que debemos valorar para así actuar en nuestra vida. No sabemos si después de agradecer a Jesús, este hombre se presentó ante el sacerdote para cumplir el rito levítico; lo que nos deja saber este pasaje es que, debemos tener en primer lugar el agradecimiento a Dios sobre todas las cosas, menospreciando nuestra vida; justo como fue la predicación de Jesús para aquellos que pretenden heredar el Reino, leamos Lucas 17:33.
"Cualquiera que procurare salvar su vida, la perderá; y cualquiera que la perdiere, la salvará".
Hermanos, Jesús volverá y preguntará por ti, pues ha dado Su vida para sanarnos; lo único que Él espera es que menospreciemos nuestra vida en este mundo, para agradecer a Dios por la salvación. Volvamos a sus pies y reconozcamos en Jesús nuestra única esperanza de gloria.
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