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Arrepentimiento y Bautismo

La gran comisión dada por el Señor Jesucristo a sus discípulos después de su resurrección, fue predicar el evangelio a TODA CRIATURA: El evangelio de Marcos 16:15-16, dice:

 "Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado será salvo; mas el que no creyere, será condenado"

Es por medio de la predicación del evangelio que el mundo sería convidado a arrepentirse de sus pecados y de sus obras muertas, para ser reconciliados con Dios y ser restituidos a la vida. Es por esto que el hombre tiene que arrepentirse, para tener la esperanza de ser restituido a la vida eterna que perdió desde el principio de la creación. Pero aún podríamos objetar diciendo que fue Adán y Eva los que pecaron, no nosotros; pero el apóstol Pablo, hablando de la misericordia de Dios en este respecto, dice:

"Por cuanto TODOS pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios; siendo justificados gratuitamente por su gracia, por la redención que es en Cristo Jesús". Romanos 3:23-24.

Así que TODOS quedamos destituidos de la gloria de Dios (la vida), y por ello mismo el Señor mandó que se predicase el evangelio a toda criatura, porque Él quiere que todos se arrepientan y se reconcilien con su Padre en los cielos. Esta fue su misión de haber sido enviado al mundo, para reconciliar al mundo con Dios. Por esto mismo, desde el principio de su predicación, Jesús comenzó a predicar el ARREPENTIMIENTO:

"Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado". Mateo 4:17.

Y aun su antecesor, Juan Bautista, igualmente vino predicando el arrepentimiento:

"En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado". Mateo 3:1-2.

Allá en los cielos sólo reina la justicia, la luz, la verdad, sólo hay equilibrio, paz eterna y vida. En este mundo es todo lo contrario; Aquí sólo impera la muerte, las envidias, la malicia, los celos, la concupiscencia, la corrupción y la muerte.

En el principio de la predicación de los apóstoles, después que recibieron el Espíritu Santo, también predicaron el ARREPENTIMIENTO Y EL BAUTISMO. Después de que Pedro hiciera ver al pueblo de Israel a quién habían crucificado, se compungieron de corazón e hicieron una pregunta muy valiosa:

"Varones hermanos, ¿qué haremos? Y Pedro les dice: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el NOMBRE del Señor Jesucristo para PERDON DE LOS PECADOS, y recibiréis el don del Espíritu Santo". Hechos 2:38.

Aquí muy claramente pone las condiciones para ser perdonados: Arrepentimiento y Bautismo. Esto le fue dicho al pueblo de Israel, pero fue también encomendado por el Señor Jesucristo que se predicase a toda criatura. Y así los discípulos de Jesús comenzaron la predicación del evangelio y pasaron sus vidas predicando el arrepentimiento de obras muertas y la fe en Dios que levantó al Señor Jesús de los muertos.

En uno de sus saludos y encomiendas a los hermanos en Éfeso, Pablo les exhorta con su propio ejemplo, diciéndoles:

"Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia. Cuando vinieron a él, les dijo: Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia. Sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos; y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del ARREPENTIMIENTO para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo". Hechos 20:17-21.

El arrepentimiento debe ser confirmado por el bautismo. Así que, es necesario primeramente que la persona se arrepienta por medio del conocimiento del evangelio y crea que el Señor Jesucristo murió y resucitó de los muertos, así como fue anunciado por las Santas Escrituras desde los tiempos del Antiguo Testamento. La persona debe creer que Dios es misericordioso y que puede perdonarle sus pecados por grandes que estos sean. En el libro del profeta Isaías 1:18, dice el Señor:

"Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana".

La persona debe creer que Dios puede perdonarle todos sus pecados y limpiarlo de toda impureza, y dejarlo como blanca lana.

El Señor Jesús también fue bautizado para dejarnos ejemplo y para cumplir con toda justicia. (Leer Lucas 3:21-23). El Señor fue bautizado en el río Jordán por su primo Juan, cuando tenía 30 años de edad aproximadamente.

NOTA: La persona debe tener la edad suficiente en que su conciencia le permita reconocer sus pecados, arrepentirse y pedirle perdón a Dios en el nombre del Señor Jesucristo. Un niño no sabe todavía qué es arrepentirse o de qué tiene que arrepentirse. Así que los niños no deben ser bautizados. Tampoco es necesario que la persona alcance una edad de 30 años como el Señor Jesús para poder bautizarse, pero sí tener una edad suficiente en que pueda estar consciente de lo que está haciendo.

Bautismo, viene de la palabra griega "baptizo" que quiere decir: sumergir; bíblicamente es el simbolismo de sumergir o sepultar a una persona en agua, confirmando así delante de Dios que es un alma arrepentida que ha muerto al pecado y que quedará sepultada en esas "aguas de la muerte" como si fueran un sepulcro. De de ahí en adelante, saldrá de esas aguas a una renovación para vida eterna, porque ha creído que Dios le ha perdonado todos sus pecados. Entonces el creyente arrepentido y bautizado no deben pecar más, porque ya fue limpiado por la palabra de Dios y por su profesión de fe en el nombre del Señor Jesucristo.

¿Por qué debemos ser bautizados en el nombre del Señor Jesucristo?

Porque fue el Hijo de Dios quién dio su vida para mostrarnos que hay resurrección de muertos; Él se ofreció a sí mismo:

"A mí mi vida nadie me la quita, yo la doy por la vida del mundo".

No fue el Padre o el Espíritu del Padre quienes fueron puestos en la cruz del calvario, sino el Hijo de Dios, el Señor Jesucristo. Él fue crucificado por nuestra causa. Por esto mismo, la palabra dice:

"Y en ningún otro hay salud; porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos". Hechos 4:12.

"Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre". Filipenses 2:9-11.

Así que, toda criatura tiene que pasar por este proceso de arrepentimiento y bautismo para reconciliarse con Dios, y tener derecho a ser restituidos a la vida eterna.

"El Señor no tarda su promesa como muchos la tienen por tardanza, sino que es paciente no queriendo que ninguno se pierda sino que todos procedan al arrepentimiento". 2 Pedro 3:9.

Para el Señor todos los que no se arrepienten son pecadores en un mismo grado, no son unos más pecadores que otros. Leamos al respecto en Lucas 13:1-5:

"En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente".

Así que para el Señor, todos los seres humanos que no se arrepienten son igualmente pecadores y están expuestos a perder su alma en el lago de fuego, que es la muerte segunda.

Pero recuerda, que Dios todopoderoso y su Hijo Jesucristo, son misericordiosos; ellos tienen poder suficiente para perdonar tus pecados si te arrepientes y te bautizas en el nombre del Señor Jesucristo.

"Si tus pecados fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana".

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